Abuelo


Título: Abuelo
Advertencias: Fiction K
PairingSterek




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Al principio la noticia de que Derek no había tomado precauciones en el celo de los dos le había hecho tener un severo dolor de corazón a John Stilinski. Como alfa, el sheriff sabía que era difícil contenerse ante el celo de un omega, pero esperaba que el Hale tuviera más cabeza.

Pero resultó que no, que le pudieron los instintos primarios, y teniendo ambos el celo, al final Derek embarazó a su hijo. Estaba disgustado, frustrado, dolido, pero sobre todo estaba furioso consigo mismo por estar ilusionado de tener nietos. Tenía que admitirlo, echaba de menos a Stiles en casa como renacuajo, y un nieto sería como un mini Stiles: repleto de energía, curioso, totalmente agotador... pero aquello le hacía falta. Esa casa tenía falta de risas, y él necesitaba que le devolviera la sonrisa un niño, y que los padres de la criatura dejaran de follar.

El embarazo variaba de un omega a otro, no sabían a ciencia exacta por qué, pero intervenían muchas condiciones. Igualmente, sabiendo que era ya su tercer mes, posiblemente averiguarían el sexo del bebé. Stiles había estado sin hacer declaraciones sobre ese tema, cosa que respetaba, pero le intrigaba a más no poder lo que había decidido su hijo en cuanto a nombres.

—Papá, nos vamos ya —anunció Stiles asomándose al salón. Derek lo seguía con las orejas rojas, fruto de estar en presencia del sheriff.
—¿Venís a cenar?
—Sí, así te decimos qué es lo que viene —comentó con una sonrisa. Si no supiera que de verdad estaba embarazado, no se lo notaría. Siempre usaba la misma ropa, aunque quizás sus vaqueros se ceñían un poco más, pero la camiseta holgada caía sin problemas, y como siempre, lucía una camisa de cuadros sobre ésta.
—Acuérdate de pedir una foto de la ecografía, que la última vez tuvo que volver Derek a por ella —dijo el sheriff poniendo los ojos en blanco.
—Tranquilo, que esta vez no se me olvida.

Se fueron de la casa y John escuchó el motor del Camaro de Derek. Odiaba aquel coche, y más de una vez le había dicho al moreno que comprara otro coche para cuando naciera el bebé, pero Stiles siempre le quitaba importancia, alegando que la sillita cabía perfectamente en el asiento trasero del Camaro. Además, le tenía un cariño especial a ese coche, ya que lo había conocido a bordo de éste. Y supuso que habían pasado más cosas en él, pero prefería evitar pensar aquello.

Mientras ellos estaban en la consulta, él se ocupaba de preparar la cena para los tres. Admitía que estaba de los nervios: el sexo del bebé era algo que le hacía ilusión saber. Desde que Claudia se murió, en la casa había sobrado testosterona, y encima su alfa resultó ser un chico, así que las hormonas que revoloteaban cada vez que se tocaban eran masculinas. Todo de hombre, todo, todo.

Así que internamente esperaba que fuera una niña, aunque le haría también ilusión un nieto, ya que podría hacer como hacía con Stiles: llevarlo a partidos de fútbol americano, de béisbol, de lacrosse... hasta encontrar un deporte que le gustase. Era un pensamiento muy anticuado, pero disfrutaba haciendo cosas que a él le gustaban, esperando que a su nieto le gustase.

Se le pasó el tiempo volando, y el horno sonó a la vez que la puerta se abría y oía la voz de Stiles saludarlo desde la entrada. Luego vio la cabeza de su hijo con una sonrisa enorme y a Derek entrando en la cocina, con las manos en la espalda y una expresión semejante.

—Tenemos una sorpresilla papá —comentó el castaño sentándose en la banqueta de la isla que dividía la cocina y el salón. John sacó la comida del horno y la dejó enfriar en la encimera acercándose a los otros dos.
—Odio cuando os ponéis misteriosos. ¿Y bien? ¿Qué es?
—¿Cuál prefieres? —preguntó Derek con una risita.
—¿Niña? —Stiles le tendió una ecografía.
—Te presento a Claudia —respondió su hijo con una enorme sonrisa. John lo miró con la boca abierta y se emocionó al ver aquel borrón que era su futura nieta.
—Pero eso no es todo —repuso el moreno con una risa. Sacó un rectángulo de la espalda y se lo tendió—. Tenías una segunda opción, por si querías niño.
—Éste es Ian —explicó Stiles ilusionado.

En ese momento, John perdió el color y se desmayó en medio de la cocina, ante la atónita mirada de los otros dos.

***

—Lydia, no quiero hacer un baby shower —gruñó Stiles golpeando un globo que le daba en la cara.
—No me amargues el embarazo, Sti.
—¡Pero si es MI embarazo, no el tuyo!
—Ya sabes que me encanta organizar cosas.
—Y ya sabes lo que opina Derek de las fiestas.
—Qué aburrido es tu novio —gruñó la pelirroja poniendo los ojos en blanco.

Subió las escaleras del loft hasta la habitación de los dos, suspirando al ver la de cosas que tenía que recoger. Estaba a punto de tener a los bebés, y a pesar de que estaba asustado por la cesárea, tenía ganas de verlos. Empezó a separar la ropa en dos montones, según fuera de Ian o de Claudia. Los puso en la cómoda que había junto a las dos cunas situadas en la esquina de la habitación y las separó en dos cajones.

Oyó llamar a la puerta y al girarse vio a Derek con media sonrisa.

—Hola papá —dijo con sorna el moreno.
—Hola papá —saludó el con el mismo tono, y le sacó la lengua.
—¿Qué hacías?
—Ordenar ropa de los niños... tengo muchas ganas de verlos.
—Aún me acuerdo la primera ecografía en la que salieron los dos —rio Derek—, acabamos en urgencias con tu padre, y a Melissa casi le dio un infarto al saber la noticia de los mellizos.
—Bueno, gracias a eso mi padre consiguió novia —comentó con una sonrisilla.
—Scott y tú ya sois hermanos oficialmente, ¿no?
—Sí... lo que nos faltaba, la verdad —repuso acariciándose distraídamente la barriga. Derek lo abrazó por detrás e inspiró aire de su pelo.
—Me encanta cómo hueles... —susurró con dulzura y una sonrisa.
—¿Y cómo huelo?
—Hueles a hogar —dijo con un hilo de voz, depositando un beso en su cuello.

***

—Parece una broma que a Claudia le guste más el fútbol y el béisbol que a Ian —le dijo Melissa a John con una risa.
—A mí me daba igual quién fuera, por lo menos sé que alguien vendrá conmigo a los partidos —comentó mirando a los dos niños de unos seis años corretear por casa de su abuelo y su novia.
—Nunca me has pedido que vaya contigo.
—Porque sé que me dirías que no...
—¿Me lo has preguntado? —dijo la mujer irritada. John suspiró y frunció el ceño.
—¿Quieres venir al próximo partido conmigo?
—No —repuso Melissa soltando una carcajada y yendo a por Claudia, que jugaba peligrosamente cerca de una cristalera.

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