Sins

Título: Sins
Advertencias: Fiction M
PairingSterek





---


—Ya que por culpa de tu idea del hotel estamos aquí tirados, ya podrías sacar un tema del que hablar.
—Si lo hubiera sabido no te hubiera masturbado. —El otro lo miró con dureza.
—Cállate.
—¿Crees en la reencarnación?
—No especialmente, no se me había pasado por la cabeza que existiera, ¿y tú?
—Yo sí, llevo años dándole vueltas, pero quiero contarte algo por lo que supe que realmente era posible reencarnarse.
—¿Viste una hormiga que te recordó a tu antepasado?
—No seas idiota, hablo de reencarnación de una persona a otra persona. Tómatelo en serio que no tenemos tiempo.
—En realidad sí que tenemos tiempo, ¿lo sabes? La patrulla de carreteras va a tardar una hora en venir...
—Vale, ya empiezo...

***

La familia Hale era muy católica. Siempre se había caracterizado por seguir las normas de la iglesia a rajatabla, y eran verdaderamente estoicos en sus creencias. Seguían la biblia al dedillo, y Talia había educado a su hijo Derek con esas reglas.
Había asistido a un colegio de curas, a pesar de las quejas del niño, que veía a los demás chicos de su edad yendo a colegios públicos y teniendo amigos normales. Sus pocas ganas de estar en aquel colegio se reflejaban en sus notas y en su actitud, que era reacia a hablar con otros niños tan estirados como sus padres.

Para él, la iglesia era una tortura. Veía muchos puntos positivos en la base de la religión, pero le fallaban las maneras de realizarlas. Había leído la biblia, con lo que el hecho de que para esa religión prácticamente todo fuera pecado -¿llevar ropa de distinto material era pecado? Acabáramos...- a él le parecía una soberana tontería.
Pero creció y siguió obligado a asistir a un colegio como ése. Iba a clase, salía después de ocho horas y volvía a casa. Estudiaba -o hacía como el que leía los apuntes- y se iba a la cama. Su vida era vacía, totalmente estirada, como él no quería ser, pero lo habían obligado a ser así.

—¡Eh tú, niño pijo! —oyó gritar a sus espaldas. Derek ya tenía dieciocho años, con lo que pronto iría a la universidad. Universidad elegida por su madre, una religiosa que recibía mucho dinero de la iglesia a la que asistían. Se dio la vuelta, enarcando una ceja con curiosidad de ver quién era el que le había hablado.

Un chico más joven que él, tampoco mucho, se acercó a él y lo observó con el ceño fruncido, viendo el uniforme ridículo del instituto de Derek, y una mueca burlona se estableció en su rostro, divirtiéndose por el aspecto del moreno.
Siguió mirándolo con desprecio, repasando aquellos pantalones demasiado recios y los zapatos tan arreglados que llevaba el otro. Sin esperárselo, el chico que le había gritado le escupió en la chaqueta del uniforme, y oyó cómo los amigos del castaño estallaban en carcajadas.

Derek miró la saliva de aquel tipo cayendo por la solapa de su chaqueta, quedándose atónito por unos cuantos segundos.
Cuando pudo reaccionar, parecía estar fuera de su cuerpo, porque realmente no sabía cómo es que podía reaccionar así. Su mano fue directamente a la garganta del chico, cogiéndolo de él y apretando.

El rostro del castaño se quedó con una carcajada muda en los labios, expresando su pánico a través de sus ojos. Y como si volviera en sí, Derek soltó al otro al suelo, haciendo que cayera de espaldas con un asustado jadeo, mirándolo con incredulidad.
El rostro del moreno enrojeció y se dio la vuelta, casi echándose a correr de camino a su casa. Lo habían ridiculizado, se habían reído de él, y en lugar de poner la otra mejilla -como intentaba recalcar su religión-, él había actuado por impulso. Y ni siquiera se sentía mal. Por sentido común no le había pegado a aquel gilipollas, pero ganas no le habían faltado.
Algo había mal en él, definitivamente.

***

—¿Tienes algo pensado para tu graduación? —preguntó Talia mirando a su hijo mediano. Laura también fijó su vista en su hermano, mientras que Cora comía en silencio la cena que había preparado su madre.
—Realmente no quiero celebrar nada —dijo Derek en voz baja, encogiéndose de hombros.
—Puede ser algo familiar, ya sabes... —añadió su hermana mayor.
—Ya, por eso es por lo que no quiero fiestas de graduación. Es bastante triste que sólo vaya mi familia.
—Derek...
—No, mamá. Mejor que no digas nada, no quiero que ni siquiera lo intentes.
—Podrías invitar a alguno de tus amigos...
—¿De la escuela religiosa a la que me obligas a ir? ¿De aquel antro del cual tienen tan malas palabras para mí? ¿Qué no cumplo las expectativas pero como soy un Hale voy a graduarme con honores? Si ya desprecio a todos y cada uno de aquellos de ese centro, imagínate el cariño que me tienen por ser un enchufado.
—No eres un enchufado —repuso Laura poniendo los ojos en blanco.
—Que no haga nada en los exámenes y apruebe demuestra el poder de Talia Hale, ¿sabes? —Su madre se levantó enfadada.
—No consiento que le hables así a tu hermana y que me faltes el respeto así. —Derek se levantó también, soltando la servilleta en la mesa de cualquier manera.
—Bien.

Caminó dando zancadas hasta la puerta de su casa, cogiendo su chaqueta y las llaves del coche de su madre. Cerró de un portazo oyendo los gritos de Talia de fondo, así que se apresuró a montarse en el vehículo y arrancó a toda prisa, sin saber muy bien a dónde ir.
Su madre lo contempló desde la puerta, totalmente fuera de sí, y vio cómo se alejaba antes de entrar a la casa y llamar al párroco de la iglesia.

—Padre, ha ocurrido algo... Derek se ha ido, me ha faltado al respeto... —Se quedó en silencio oyendo las palabras del cura—. Sé que es pecado, pero... —Apretó los labios con fuerza y cerró los ojos—. Lo que usted diga, padre...

***

Paró a la altura de la calle en la que había tenido el encuentro con aquel chaval por la tarde. Estaba tal y como lo recordaba, y se encontraban allí aquellos que había visto con él. Se bajó del coche y se acercó a ellos. Algunos lo reconocieron, y atrajo las miradas de casi todos.
El chico en cuestión estaba de espaldas, pero al ver cómo sus amigos miraban a algún recién llegado, se giró para verlo también. Encajó piezas y abrió los ojos del susto, creyendo que estaba allí para terminar lo que no había hecho por la mañana. Derek torció el gesto y desvió la vista al otro lado de la calle.

—Oye mira... siento lo de esta mañana —espetó el moreno a toda prisa—. Espero que estés bien.
—Estupendamente, gracias —gruñó el castaño, frunciendo el ceño.
—Quiero compensártelo —añadió a toda prisa—. Si queréis alcohol, una pizza, lo que sea, me da igual.

El chico en cuestión miró a sus amigos, que le devolvieron una expresión confusa. Se levantó y se situó frente a Derek, que dio un paso atrás. Ante la sonrisa del castaño, se mostró extrañado pero paró su posible huida.

—A quien casi matas es a mí. Ellos no merecen la pizza y la cerveza.

***

Condujo en silencio con aquel castaño en el asiento del copiloto. Fueron a una pizzería, y debido al vello facial de Derek no tuvieron reparo en darle dos cervezas con la pizza. Fueron a un aparcamiento para cenar aquella comida, y en silencio comenzaron a engullirla.
Derek observaba disimuladamente al otro chico, que disfrutaba la pizza que aquel tipo al que había escupido y el cual casi lo mata de un arrebato furioso le había comprado. Sus miradas se encontraron, y el chaval lo contempló interrogante.

—¿Qué pasa?
—¿Cómo te llamas? —preguntó Derek.
—Oh, ah, claro. Me llamo Stiles. Siento haberte escupido.
—Siento haberte cogido de cuello. —El castaño le hizo un gesto, restándole importancia.
—Cosas que pasan. Me esperaba que fueras más mosquita muerta siendo del instituto que eres.
—Yo también creía que era más mosquita muerta. Siento la reacción desmesurada.
—Tienes sangre en las venas, si alguien te escupe y no le haces nada es que eres idiota.
—Muchos de los de mi instituto hubieran llorado.
—Y corrido a llamar a papi y mami.
—Posiblemente —dijo Derek riendo.
—Imagino que no eres de ésos.
—Imaginas bien. He tenido un... enfrentamiento con mi madre. Por eso he cogido su coche, y la verdad es que no sabía dónde ir, por eso fui a aquel sitio, no sé si a buscarte o a meterme en líos.
—Quizás ambas cosas.
—Quizás.
—¿Quieres meterte en más líos? —preguntó Stiles con una sonrisa ladina.
—¿En qué sentido?
—¿Crees en dios? —repuso el castaño.
—¿Es meterme en líos preguntarme sobre mi religiosidad?
—Puede ser. Has incumplido el mandamiento de honrarás a tu padre y a tu madre.
—Sí, ¿y?
—Que aparte de los mandamientos, existen los pecados capitales.
—Te lo sabes bastante bien, ¿eh?
—Lujuria. —Derek lo miró bastante confuso—. Y según el Levítico, es pecado acostarse con un hombre como si te acostaras con una mujer, porque es un acto infame. Y se les condenará a la muerte a ambos hombres. Actos vergonzosos, le llamaban en la epístola a los romanos. Los homosexuales no heredaremos el reino de Dios, y yo creo que aunque tú estés un poco confuso en cuanto lo que te dice la cabeza y el corazón, verdaderamente quieres condenarte al infierno.
—¿Qué estás insinuando?
—La mayor ofensa que puedes hacer ahora a tu Dios es besarme.

Derek lo miró de hito en hito, con un revoltijo de pensamientos atormentándolo, pero Stiles no le dejó pensar, besándolo con prisa, quitándose el cinturón y colocándose a horcajadas sobre él, dejando a un lado la caja y las latas vacías mientras seguía devorándolo sin ningún reparo.
La expresión incrédula del moreno se tornó a una más cómoda, encontrándole a la situación la atracción que creía que no tendría, respondiendo torpemente al beso del castaño, que tironeaba de la chaqueta de Derek, arrebatándosela y tirándola al asiento de atrás.
Forcejeó unos instantes con el cinturón del mayor, desabrochándoselo y metiendo la mano, encontrando que su sexualidad estaba plenamente despierta. Sonrió mientras lo besaba, sacándosela y comenzando a masturbarlo con energía, notando los jadeos de Derek, sus mordiscos y temblores por lo que su mano estaba consiguiendo hacer.

—El infierno no es tan malo si te voy a hacer tocar el cielo —gruñó Stiles sin dejar de masturbarlo con decisión.

***

—Mierda —musitó Derek cuando llegó a su barrio. Vio un montón de coches en su casa, y reconoció al cura de su iglesia. Miró a Stiles, que contemplaba la escena algo sorprendido.
—¿Todo eso es por ti?
—Sí...
—¿Por haberte ido?
—La rama del catolicismo a la que pertenezco es un poco... radical.
—Larguémonos de aquí. Conozco un hotel donde podemos pasar la noche por poco dinero.

***

Estaba la calefacción a tope. El coche funcionaba, pero lo que era el motor, no. Stiles le había hablado de la reencarnación, y habían discutido del tema bastante rato, encontrando aquel debate apasionante. El hecho de que alguien no religioso pudiera hablar con él de esas cosas era muy revelador.
Stiles abrió la boca para decir algo, pero las luces de la patrulla de carretera lo callaron, y dio una palmada, feliz.

—¡Por fin! Vamos a poder dormir cómodamente en la cama de un hotel...

Un tipo se bajó del coche, acercándose a la ventana del copiloto. Stiles bajó el cristal con una sonrisa.

—Menos mal que nos habéis podido encontrar, ya creíamos...

Un disparo resonó dentro del coche, haciendo saltar a Derek en su asiento, con su rostro cubierto de seguramente restos del cerebro de Stiles. Miró al que había realizado el disparo, y vio al párroco de su iglesia. Apretó los puños con lágrimas en los ojos.

—Si no quieres pertenecer a nuestra iglesia, no puedes salir de ella. Adiós Derek.

Y sonó otro disparo en aquel bosque solitario.

Comentarios

Entradas populares de este blog