Pena de muerte


Título: Pena de muerte
Advertencias: Fiction MA
PairingPiam





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No era el más peligroso que tenían allí, pero sí era el más joven de todos. No era peligroso porque se portaba bien, pero había sido uno de los más sanguinarios a su corta edad. Y depravado. La historia aún le ponía los pelos de punta, pero el chaval le daba algo de pena.
El caso es que dejaría de darle pena, porque lo mataban al día siguiente.
Peter Hale trabajaba en la unidad de condenados a muerte de aquel estado, y pese a que se había reducido el número de internos en aquel centro, seguía entrando hombres para nunca más salir.
Se había aprovechado muchas veces de su posición de guarda de prisiones. Los presidiarios querían tabaco, o drogas, y él hacía la vista gorda a cambio de... ciertos servicios. Incluso a veces era él el que se los conseguía con tal de que los presos se arrodillaran y le hicieran el favor.

Aquel chaval nunca pedía nada, y era el que más le llamaba la atención, porque era algo bajito, con grandes ojos claros y una sonrisa tímida que le hacía querer borrársela a golpes. Pero sabía lo que había hecho. Sabía que detrás de ese aspecto inocente se ocultaba un asesino a sangre fría.
Sabía muy bien su historia, de cómo había cogido la escopeta de su padre y había ido a su instituto a matar a todos los compañeros que pudo. Antes de que llegara la policía y lo pudieran reducir, corrió hacia su casa y mató a sus tres hermanos pequeños y a su madre.

En el juicio se había mostrado serio, frío, como si no le importara, y así era, no le importaba nada. Había estado un par de meses en aquel sitio, esperando su día en el que se sentara en la silla eléctrica y acabara su existencia. Los internos sabían su historia, y aún así el chico se ganaba la simpatía de los demás. Incluso de él, el guarda que más ¿despiadado? era.
Peter Hale era temido por los internos que no habían caído en sus negociaciones, porque les hacía el resto de sus vidas imposible. Pero Peter estaba obsesionándose con aquel chaval de aspecto inocente. Pero nunca necesitaba nada de él, ninguno de sus servicios, y Peter quería que... pagara los favores como los demás.
Tenía que pensar algo pronto, porque lo ejecutaban en dos días.

***

—¿Qué te gustaría de última cena, niño? —preguntó Peter con una libreta en las manos, sin mirar al interno que lo tenía obsesionado.
—¿Sabes los bollitos de dulce de leche famosos en el pueblo de aquí al lado? Me encantaban. Me gustaría uno de esos. Y un cubo de pollo frito del KFC. Con Coca-cola grande y patatas deluxe del McDonalds. Y helado de Cookie Dough del Ben and Jerrys.
—¿Eso es todo?
—Con sirope de caramelo. —Peter rodó los ojos, pero apuntó todo lo que le dijo.
—Está noche te traeremos todo. Sólo estoy yo en el turno de noche, así que espero poder conseguirlo todo antes de venir al trabajo.
—Gracias —dijo el chaval con media sonrisa. Peter se quedó unos segundos mirándolo pero salió de la celda.

¿Qué tendría aquel prisionero, Liam, que lo estaba volviendo loco?

***

—Despierta Dunbar. Aquí traigo tu última cena.

El chico estaba ya dormido, y él había tenido que conducir bastante ya que en el pueblo no había ni KFC ni McDonalds, por lo que tuvo que ir a la ciudad más cercana. Puso las bolsas en la pequeña mesa de la celda, y le dio un par de cubiertos.
Liam lo miró somnoliento, pero finalmente sonrió y se sentó en la cama. Se acercó la mesa y abrió las bolsas, oliendo el contenido. Miró a Peter, que seguía quieto allí, como esperando algo.

—¿Gracias?
—Un gracias no paga la gasolina que he tenido que usar para conseguir todo eso, ¿sabes? —El chico parecía confuso.
—¿A qué... te refieres?
—Deberías saber cómo van las cosas por aquí, que aunque mañana vayas a la tumba no quiere decir que vaya a hacer la vista gorda. Tienes que pagar.
—Pero si no tengo dinero —murmuró Liam cerrando las bolsas con un gesto de decepción.
—No hablaba de pagar con dinero —repuso rodando los ojos de mal humor. Empezaba a perder la paciencia.
—Entonces, ¿a qué te refieres? —Peter frunció el ceño, sin poder creer que fueran tan inocente.
—A todos los presos a los que le hago favores, espero "favores" de su parte. ¿Nunca has oído nada de mí?
—No, todos decían que era muy fácil que les consiguieras cosas, pero no de los términos para conseguirlos... ¿qué clase de favor quieres de alguien que muere en quince horas?
—Los favores que busco son sexuales —dijo sin rodeos—, así que si quieres todo lo que has pedido de última cena, primero tienes que empezar con el entrante.

Liam lo miró sorprendido por aquella frase, también algo contrariado. Pero luego pensó, ¿cuántas horas le quedaban? ¿Prefería no tener una cena en condiciones antes de irse al otro barrio por no "chupársela" al guardia? Nunca lo había hecho pero, ¿qué más daba? Al día siguiente sería una cosa del pasado y ya nadie se acordaría ni siquiera de que él existió. O bueno, casi todos. La familia de sus víctimas nunca lo olvidarían, para mal.
Quizás pudiera dejar un buen recuerdo en la tierra, aunque fuera una mamada.

Tragó saliva, cerrando bien las bolsas para que no se enfriara la comida, y miró a Peter, que seguía de pie esperando su respuesta. Le indicó que se sentara en la cama, mientras que el guarda sonreía de medio lado al saberse ganador. Liam se quedó de rodillas, desabrochó los pantalones de Peter con dedos torpes y trató de bajar la ropa para llegar a su miembro.
Peter lo paró y fue él el que se sacó el pene, que estaba "despierto", pero no totalmente erecto. Suspiró al notar los dedos de Liam rodearlo, y vio el conjunto de sentimientos contradictorios en los ojos del chico, pero sonrió cuando finalmente abrió la boca y abarcó la punta de su polla, moviendo un poco la lengua. El otro suspiró, poniéndose cómodo mientras Liam tiraba de la piel de su pene, dejando al descubierto el glande, succionándolo un poco y atreviéndose a meterse más en su boca.

La lengua del chaval debería estar prohibida, porque juraba que podía haberse vuelto loco con la manera que tenía de chupar, usando mucho la lengua cuando la tenía en la boca, y sentía que le iba a reventar, porque estaba teniendo la erección más grande que recordaba.
¿Por qué no llevar las cosas al siguiente nivel? Al día siguiente el chico ya no estaría allí, así que, ¿por qué no proponerle algo más? Liam parecía estar pasándoselo bastante bien. Estaba poniendo todo su empeño en aquello, quizás era porque quería acabar cuanto antes.

—Que sepas que esto no paga todo lo que he traído —jadeó Peter viendo el movimiento de su cabeza. Liam se sacó la polla de su boca, haciendo un ruido de succión. Lo miró interrogante.
—Creía que así pagaría mis favores, ¿qué más quieres que haga?
—Mañana estarás en el otro barrio, chaval, ¿quieres irte tras haber disfrutado de un buen rato?

Liam seguía mirándolo confuso, pero Peter se puso de pie, agarrándolo por la camiseta y colocándolo encima de la cama sobre sus manos y sus rodillas, de espaldas a él. Entonces comenzó a entender, y quiso escabullirse y darle la comida al guarda para que se fuera, pero sintió el cuerpo de Peter sobre el suyo, notando su aliento en la mejilla.

—Te juro que te va a gustar, pequeño. Relájate.

El chaval cerró los ojos, notando escalofríos por los besos del guarda por su cuello, sus manos recorriendo sus costados y tirando de sus pantalones y su ropa interior. Peter apretó las nalgas de Liam, tan blancas y perfectas...
Se preguntó entonces si era tan malo en querer que le doliera. Él no era un santo, y castigaba a los delincuentes y asesinos, así que tomarse un poco la justicia por su mano no era tan grave, ¿no?

Tan sólo escupió un poco en la entrada del chico, y no quiso allanarle la intrusión que directamente comenzó a empujar. Estaba siendo doloroso también para él por la falta de lubricación, pero Liam se quejaba en voz alta.
Era un dolor insoportable, y a pesar de tener los ojos tan tremendamente apretados que le dolían, aquello no era nada comparado con la sensación de la polla de Peter en su culo, ensartándolo. Era como si sintiera mil agujas entrando en él.

Y peor fue cuando comenzó a moverse. Los quejidos salían de su boca casi sin querer, queriendo que acabara de una vez y lo dejara en paz. Si una mamada le parecía asquerosa pero estaba dispuesto a hacerla, aquello ya estaba siendo demasiado.
Peter paró su movimiento, porque sabía que así de apretado iba a correrse a la primera de cambio, y comenzó a tocar la entrepierna de Liam. No tenía una erección porque aquello no le ponía cachondo, pero el guarda sabía dónde tocar.

La masturbación le hizo tener una erección, y poco a poco el líquido preseminal le indicaba que estaba a punto de correrse, por lo que de nuevo comenzó a moverse, tocándolo sin parar y deleitándose con los gemidos que salían de la boca de Liam, provocados por la masturbación y por la estimulación de la próstata.
No duró mucho más, porque la estrechez del chico junto con los sonidos de sus cuerpos chocando y los jadeos de Liam eran más que suficientes. Se corrió en su interior, dejándolos unidos más tiempo del que era necesario, y antes de salir de él condujo al chaval a su propio orgasmo.

—Que disfrutes tu última cena —jadeó saliendo de él y colocándose la ropa.

***

A la tarde siguiente, estaba cavando la tumba del chico. Había sido una muerte rápida, sin crueldad, a pesar de que Liam hubiera matado con toda la crueldad del mundo.
No sabía si le había gustado su última cena, nunca le preguntó.
Tampoco es que le importara mucho, ya estaba muerto.

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