Mi lienzo

Título: Mi lienzo
Advertencias: Fiction T
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En el instituto Beacon Hills, la asignatura favorita de todos era arte. El profesor Stilinski la impartía de tal forma que cualquiera podía ser artista, hasta el chico más negado para el arte. Él jamás diría a ninguno de sus alumnos que no podría conseguir algo: él les instaba a seguir, y no había niño que no contara las horas para entrar en sus clases. Gafas de pasta, ojos enormes marrones, pelo castaño y tez pálida: nunca había llamado la atención físicamente, pero eso en el arte no es lo que importa, lo que cuenta es la paleta de colores que tengas en el alma, y Stiles tenía todo el espectro visible.

En el lado contrario de la ecuación, las clases más odiadas para los chicos eran las de gimnasia, ya que el profesor Hale era el más duro que había allí. Si te escuchaba hablar te hacía recorrer el gimnasio varias veces más, y era especialmente cruel señalando el aspecto de los demás. Pero a las niñas les encantaba. Moreno, atlético, fuerte, ojos verdes y barba cerrada: era el sueño de cualquier adolescente sobrehormonada, y en ese instituto era de lo que más había. 

Hasta en la sala de profesores lo temían, negándole el saludo o yéndose en cuanto éste entraba. Pero Stiles no se había rendido, sabía que todo el mundo tenía algo bueno que demostrar, incluso aquel gruñón de ceño fruncido y cejas juntas.

Al principio se dedicaba a ignorar al molesto profesor de Arte, con su estúpida sonrisa, sus estúpidas gafas, su estúpido aspecto de hipster, su estúpido optimismo... 

Pero Stiles nunca se rindió. Quería sacarle una sonrisa a aquel tipo tan sumamente amargado. No sabía a qué se debería tanto rencor acumulado, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Lo había invitado varias veces a exposiciones de arte, por si había algo de color en ese pozo negro con toques verdes de sus ojos. Pero nada, siempre rechazaba las invitaciones.

Una tarde coincidieron en la sala de profesores antes de irse cada uno a su casa. Stiles le había suplicado que se quedara unos segundos que iba a buscar algo a su despacho, pero que quería hablar seriamente con él. Al cabo de unos cinco minutos llegó corriendo de su despacho con un cuadro negro totalmente. La ceja de Derek se enarcó graciosamente, y el castaño se echó a reír ante ese gesto.

—¿Y bien? ¿Me querías enseñar un cuadro totalmente en negro?
—Exacto —repuso Stiles con una sonrisa—. Pero no es un cuadro negro cualquiera, ¿sabes? Éste eres tú.

Le enseñó el cuadro, dejando a Derek intrigado con lo que pretendía hacer Stiles. Alzó una mano, pidiendo que esperase, y se sentó en una silla, apoyando el cuadro en la mesa y sus piernas. Se mordía la lengua mientras tenía un... ¿palillo? tocando el lienzo.

Se veía casi como un niño mientras manejaba el palillo, mientras Derek lo observaba cada vez más y más intrigado. Finalmente, al cabo de apenas diez minutos, Stiles suspiró satisfecho, admirando el cuadro. Levantó la mirada, observándolo por encima de sus gafas de pasta.

—Tú eres todo negro, ¿sabes? No he conocido nadie nunca tan oscuro como tú. —Volvió sus ojos castaños al cuadro, y Derek contuvo el aliento al verlos iluminarse como si fueran dos faros, dándole sentido al nombre del pueblo—. Pero como la oscuridad, el hecho de que no haya luz es porque no se ha dejado entrar para ver.

Le dio la vuelta lentamente al cuadro, dejándole ver lo que había estado haciendo. Por fin vio un cambio en la expresión siempre ceñuda del profesor de gimnasia. De una expresión de incredulidad, pasó a estar sorprendido, y lentamente, su boca se torció en una sonrisa que se extrapoló a los ojos, y que inmediatamente contagió a Stiles. El moreno se acercó en un par de zancadas y observó con atención el cuadro. Contenía numerosos dibujos totalmente aleatorios; algunos le recordaban a animales, otros a partes del cuerpo, a personas, a formas geométricas... pero el lienzo estaba completamente lleno. Y él se sentía empequeñecer ante aquella muestra de arte.

A Derek Hale jamás le había gustado el arte hasta que se dio cuenta que quizás el cuadro más bello no era el que tenía delante        

A Derek Hale jamás le había gustado el arte hasta que se dio cuenta que quizás el cuadro más bello no era el que tenía delante. Quizás simplemente el lienzo no tenía que ser blanco, sino pálido con lunares.

—Es para ti, por si había alguna duda —añadió Stiles con una minúscula sonrisa, al ver la expresión de ilusión del mayor.
—Llévame a alguna exposición, Stiles.

***

Y así fue cómo aquellos dos profesores se volvieron algo parecido a amigos. Cada vez que había alguna exposición nueva en la ciudad, el castaño acosaba a Derek hasta que aceptaba a ir, aunque el de gimnasia solía hacerse de rogar para fastidiar al de arte.

Cuando iban, Stiles le contaba todo lo que podía sobre los artistas. Era sorprendente que supiera tanto de arte, cuando él era un negado para otra cosa que no fuera gimnasia y deporte. Muchas veces, después de las exposiciones y comiendo una hamburguesa sentados en un banco, se ponían a charlar sobre ellos. Stiles resultó ser un pintor fracasado que tuvo que meterse en la enseñanza para no morirse de hambre, pero que siempre que podía se dedicaba a pintar donde fuera. En un cuaderno, en alguna mesa, en un periódico... su cabeza tenía tantos bocetos inacabados que sus manos se esforzaban por completar.

Derek estaba totalmente embaucado por esa faceta artística que no había descubierto en su interior. Le había hecho falta un golpe a la realidad para que viera que el arte es mucho más hermoso que sólo unos garabatos. Y estaba aprendiendo a pasos agigantados sobre aquel mundo gracias a las enseñanzas de Stiles, que tenía toda la paciencia del mundo a la hora de hablarle sobre algunos lienzos que los tenía como favoritos. Era hermoso verlo hablar sobre algo que le entusiasmaba tanto, porque no paraba de relatar sobre ello, descuidando que sus gafas estaban cada vez más cerca de la nariz o que eliminaba la distancia entre el profesor de gimnasia y él casi sin pretenderlo.

***

El amargado Derek Hale había desaparecido. Aunque seguía siendo severo, había dejado de ridiculizar a los pobres niños, y de vez en cuando los animaba. Stiles había cogido la costumbre de que cuando tenía horas libres, iba al gimnasio a observar cómo daba clases el moreno, con una libreta en las manos. Apenas lo veía levantar la vista del cuaderno, pero aun así, se moría de nervios por su presencia.

—¿Qué es lo que anotas tanto? —preguntó cuando finalizó uno de los entrenamientos. Los niños se habían ido a las duchas y Derek se había sentado en los asientos de delante de Stiles. Éste se mordió la lengua con una expresión adorable que casi lo hizo suspirar.
—Te lo enseño si prometes no enfadarte.
—¿Por qué me iba a enfadar? ¿Estás sacando fallos a mis clases? —inquirió con media sonrisa.
—Ni mucho menos. Es tu manera de enseñar, no voy a juzgarte por ello.

Abrió el cuaderno y se lo tendió a Derek. En éste había unos garabatos a lápiz del moreno: frunciendo el ceño, gritando, dando órdenes... pero las que más destacaban eran otras que no había hecho fijándose en el Derek profesor, sino el Derek que conocía de fuera: con su sonrisa de medio lado, la otra sonrisa donde enseñaba sus paletas de conejo que tanta gracia le hacían a Stiles, con una mueca de carcajada muda... había hasta una caricatura de él.

Notaba las orejas arder, y levantó la mirada muerto de vergüenza. No sabía ni qué decir. Le había encantado el detalle, y extrañamente notaba un calor instalado en el pecho que le hacía sonreír como un idiota.

—Extrañamente, últimamente sólo te dibujo a ti —murmuró Stiles con media sonrisa. Derek lo miró sorprendido. El otro había enrojecido violentamente, y mientras que normalmente su piel era nívea, ahora lucía rosa por el rubor.

Se quedó un buen rato en silencio, pensando qué decir. Había temido el rechazo de Stiles, porque no se parecían en nada. Ahora habían descubierto que el arte los unía más de lo que parecía en un principio, pero aun así tenía miedo.

Tenía miedo de caer de nuevo, de verlo todo demasiado perfecto para que luego el chasco fuera mayor, y aquello no podría soportarlo. Porque Stiles le gustaba más de lo que querría admitir, y todo era por la sencillez que lo envolvía, y todo lo que significaba quedar con él aunque fuera a tomar un café. Podían estar horas dejando que el café se helara, pero entre los dos existía esa conexión que se encuentra una vez en la vida.

—¿Me ayudas a pintar mi salón?

***

Aquello lo tenía muertos de nervios. Era sábado, y lo había citado en su propia casa. Esperaba que la sorpresa le gustara, y quedara bien, porque todo lo que hiciera Stiles tenía que ser perfecto.

Derek seguía colocando sábanas viejas en el suelo para no estropear la moqueta de debajo, y ajustándolas con cinta aislante, cuando oyó el timbre de la puerta. Iba ataviado con unos pantalones de deporte bastante viejos grises y una camiseta blanca de tirantas. Al abrir la puerta, la sonrisa se le instaló automáticamente en la cara.

—Eres tan pijo que necesitas un artista para que te pinte el salón —repuso Stiles con una sonrisa torcida.
—Oh, cállate —repuso poniendo los ojos en blanco.

Pasaron al salón, y el castaño se descalzó para estar más cómodo. Derek se sentó en el suelo para mirar cómo lo hacía. El chico se quitó las gafas y las dejó con cuidado en una mesa auxiliar.

—Imagino que tu salón con muebles mejora —comentó cogiendo uno de los rodillos para pintar—. ¿De qué color la querías? ¿En serio me vas a hacer pintar a mí solo?
—La base ya la he pintado yo —repuso Derek—, es tu lienzo, pinta. —Stiles se quedó incrédulo con la boca semiabierta.
—¿En serio me estás cediendo una de las paredes de tu salón para hacer lo que yo quiera?
—Sí. Y yo voy a mirarte —anunció con media sonrisa.

Stiles apretó los labios y sacó de su mochila un estuche con un montón de brochas de diferentes tamaños. Empezó a hacer el contorno de lo que demonios fuera a dibujar, mientras que Derek observaba su espalda, su lengua mordida mientras pintaba, cómo se ponía de puntillas para llegar más arriba y así poder pintar toda la superficie.

A medida que fue avanzando, el moreno estaba cada vez más ensimismado con lo que iba saliendo. Que de un simple pincel en su mano, fuera capaz de generar tal belleza embaucadora. Poco a poco iba cogiendo forma, y pudo entrever que se trataba de un hermoso árbol con sus ramas cediendo ante el viento, dejando que las hojas se fueran volando.

 Poco a poco iba cogiendo forma, y pudo entrever que se trataba de un hermoso árbol con sus ramas cediendo ante el viento, dejando que las hojas se fueran volando        

Se puso lentamente de pie, mientras que Stiles seguía a lo suyo, ajeno a él. Se colocó a escasos centímetros, y el castaño dejó de pintar y lo observó de reojo. Se dio la vuelta y observó de cerca a Derek, que se lamió el labio inferior.

—¿Te gusta?

Por toda respuesta, la boca de Derek ocupó la del castaño con brusquedad, haciendo que éste se chocara con la pared aún húmeda de pintura. Las manos del moreno abarcaron la espalda del castaño, que respondía al beso con necesidad y hambre, gimiendo contra la de Derek.

Éste lo separó de la pared, mordiendo y lamiendo toda la piel expuesta de Stiles, que se dejó desnudar y besar ante la necesidad del moreno para tocarlo. En un momento dado, estaban tirados en el suelo, Derek ocupando posesivamente, siendo acariciado por las manos llenas de pintura del castaño.

Se fueron desnudando con desesperación, arrancándose gemidos por los roces que se provocaban con sus cuerpos. Las lamidas que el moreno le repartía por todo el cuerpo, bajando por su torso hasta llegar a su miembro, ya endurecido. Lo lamió con presteza, haciéndolo suspirar con una mezcla de impaciencia y excitación que fue el culmen de su paciencia.

Le dio la vuelta en el suelo, y colocándose el preservativo, tanteó tímidamente la entrada de Stiles, que jadeaba al sentir el peso de Derek sobre él. Se metió lentamente en él, besándolo sin parar por las zonas de la espalda a las que llegaba. Cuando estuvo completamente dentro, el castaño giró la cabeza para besarlo con ganas, mientras que Derek comenzaba a moverse en su interior. Primero muy lento, para acostumbrarlo, y luego empujando con más fuerza y haciéndole gemir lastimeramente.

No soportaba el hecho de no estar contemplando aquella obra de arte que era Stiles gimiendo, por lo que salió de él, le dio la vuelta, observando unos segundos sus labios enrojecidos y su pelo totalmente desordenado, y sonrió volviéndose a perder en su interior.

Se dejó caer sobre su boca, ahogando los gemidos que nacían de Stiles, que no paraba de musitar desesperado su nombre. No fue hasta que empezó a acelerar sus embestidas cuando el castaño se corrió con fuerza, apretando los ojos y crispando los dedos sobre su espalda.

Los últimos movimientos antes del orgasmo de Derek fueron erráticos, hasta que finalmente se dejó ir con desesperación.

Se quedaron unos segundos en silencio, tan sólo oyendo el sonido de sus corazones golpeando sus pechos, y la sonrisa torcida de Stiles apareció de nuevo.

—Creo que tendría que arreglar el mural —susurró mirando a Derek mordiéndose el labio.

—Como si quieres pintarme toda la casa, Stiles —dijo riéndose.

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