Speak up - 2

A pesar de aquel encuentro, no hubo mucho más trato entre los dos. Stiles notó que lo dejaban en paz los idiotas del equipo de béisbol. Derek había procurado "protegerlo", aunque Stiles no se sentía una damisela en apuros. Simplemente, no hablaba, y no a todo el mundo le gustaba aquel hecho.

Salió de su habitación con bastante tiempo antes de la clase que empezaba esa mañana temprano. Le gustaba sentarse en el aula vacía y disfrutar de un silencio que no solía durar mucho. Se sentó en su lugar preferido; ni muy cerca ni muy lejos.

Sacó su ordenador para tenerlo listo cuando empezara la clase para tomar apuntes, y sacó el libro que estaba leyendo en ese momento. Pero su ratito zen antes de las clases se vio interrumpido por la puerta. No levantó la vista pero interiormente le había fastidiado la entrada de seguramente un alumno ruidoso como muchos otros.

Pero cuando vio que se paraba frente a él en silencio, levantó la vista, encontrándose con Derek Hale saludándolo con un gesto.

"No sabía que tenías esta clase" le dijo con señas Stiles.
"No venía nunca" contestó con media sonrisa. Stiles apartó su mochila del asiento de al lado, invitándolo a sentarse. "Entenderé si prefieres que me siente en otro lado" señaló con preocupación.

Stiles puso los ojos en blanco y lo obligó prácticamente a sentarse, haciendo sonreír al otro.

"No tienes por qué hablarme con signos" repuso Stiles torciendo el gesto.
"Prefiero hablarte en silencio".
"Pero es agradable oír tu voz" dijo Stiles algo cohibido pero con media sonrisa.

—Bueno, al menos sabes que te entiendo al hablarme en lengua de signos. ¿Qué leías? Parecías tan concentrado que me ha dado cosa interrumpirte.

Stiles procedió a contarle el argumento del libro, haciendo pausas de vez en cuando para saber si Derek seguía su retahíla en todo momento. Al jugador a veces se le olvidaba hablar y respondía en lengua de signos a algunos datos de la historia, pero parecía bastante interesado, y más cuando Stiles le comentó que iban a hacer una obra de teatro en la ciudad.

—Podríamos ir —dijo con entusiasmo—, no he entrado en la universidad por leer libros, como ves, soy un deportista, pero sí querría ver la obra.
"No hay entradas" señaló Stiles con tristeza.
—Bueno, déjame a mí. Conozco a gente que conoce a gente; quizás pueda hacer algo de magia.
"Suerte con eso, te va a costar encontrarlas".
—Déjalo en mis manos; si consigo entradas tengo derecho a una pregunta. —Stiles frunció el ceño, contrariado—. Puedo hacerla y que me respondas cuando quieras, no hace falta que sea instantáneo.
"Trato hecho".

Comenzaron a llegar más alumnos de aquella clase, y ellos si eran ruidosos, por lo que Stiles torció el gesto y guardó el libro. Había sido agradable la charla con Derek, pero con más gente, se veía poca cosa, no podía alzar la voz, unos gestos no bastaban para hacerse ver entre la multitud.

El muchacho a su lado garabateaba distraídamente en su folio donde deberían estar sus apuntes del día. Le resultaba curioso que alguien que estaba acostumbrado al "ruido" pareciera tan ajeno a él, tan diferente. Y no sabía por qué nunca había dado con tal cualidad, por qué no había conocido a alguien tan ruidoso en el silencio como Derek.

***

—¡Llegas tarde! —le dijo la chica rubia con los brazos cruzados. Se encontraba en la puerta de un edificio, y llevaba esperando a Derek un buen rato. Éste había corrido todo lo que había podido.
—Lo siento, acabaron los entrenamientos y tengo la manía de ducharme después de hacer deporte...
—Vamos, están en plena clase de actividades sensoriales... han dejado para lo último el cuenta cuentos así que nos han hecho un favor.

Derek puso los ojos en blanco y entró tras la chica, yendo rápidamente al aula donde tenían todo el material para las historias. Erica y él contaban historias incluyendo las sensaciones y los sonidos que en ellas se describían, era algo innato en ellos, eso de ayudar a gente que lo necesitaba.

Erica tenía a su hermano mayor en aquel centro. Frank había nacido con parálisis cerebral, y pese que había distintos grados, el pobre no podía comunicarse, y tenía graves problemas debido a su enfermedad. Es por ello que Erica le hablaba por lenguaje de signos; Frank era sordo, y al no saber leer los labios, el lenguaje de signos era todo lo que tenía.

Derek había sido vecino de la familia Reyes desde que nació. Frank y él tenían la misma edad, y por la labor social del colegio, había ido a clase juntos, tan sólo para que Frankie pudiera saber lo que era ir al colegio. Derek había forjado un vínculo con el niño, e inevitablemente se hizo amigo de Erica, la cual adoraba la admiración que el chaval sentía por su hermano.

Por lo que ella fue la culpable de que entrara de voluntario allí. Bueno, no le diría culpable, la llamaría salvadora, porque en aquel centro pasaba las mejores horas de su existencia. Las sonrisas que le dedicaban, lo que se reía haciendo felices a esos chicos era impagable. Aunque no tuviera vida social entre estudiar y ser voluntario, le daba igual. Tres días a la semana en aquel sitio no le parecía suficiente.

—Frankie casi me deja sorda cuando le dije que venías —comentó Erica preparando las plumas y las diferentes plastilinas para los escenarios que habían preparado para la historia.
—De verme todos los días a verme tres días... está con el síndrome de abstinencia.
—Oye, que me tiene que aguantar a mí todos los días.
—Pero necesita una figura masculina, siempre se ha llevado mejor conmigo que contigo. —Derek esquivó un golpe que iba a su nuca, y comenzó a reírse—. Sabes que estoy de broma, y yo también lo echo de menos. Pero si no estudio los fines de semana no lo haría nunca, por eso no me paso a veros.
—Eso lo sabe, pero y sabes cómo es, no puede evitarlo.

Oyeron voces en los pasillos, y prepararon los últimos toques antes de que la primera cuidadora del centro cruzara la puerta y dejara pasar al resto, que empujaban sillas de ruedas con chicos deseosos de escucharlos una tarde más.

Desde luego, no cambiaba aquello por nada del mundo.



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